Prepararse para lo peor

En el 2024 irá a las urnas casi la mitad de la población mundial (más de 3,700 millones de ciudadanos) en setenta países del planeta. Este dato debería poner contentos a quienes vemos en la democracia el mejor (o quizá al menos malo) de los regímenes políticos, pero en realidad el panorama se presenta sombrío. En una buena parte de los casos se espera la consolidación de las tendencias autoritarias presentes en el mundo desde ya hace varios años. Los principales analistas y académicos dedicados al estudio de este tema coinciden en señalar el advenimiento en 2024 de un nuevo periodo de deterioro a escala global de la calidad democrática. Ello porque se espera el triunfo de opciones populistas, chauvinistas, radicales y/o personalistas. Asimismo, será muy difícil evitar el afianzamiento de gobiernos francamente despóticos, los cuales celebrarán comicios en un ambiente inequitativo y con las autoridades electorales controladas.

En India, el resultado más probable es una nueva reelección (la tercera consecutiva) de Narendra Modi, cuyo régimen es cada vez más autocrático y personalista. En Sudáfrica e Indonesia se espera el refrendo de los partidos actualmente en el gobierno, los cuales no se han distinguido por un respeto irrestricto a las formas democráticas. Y lo mismo puede pasar en Pakistán, Argelia, Túnez, Bangladesh, sin olvidar —desde luego— el caso de México. Y ni hablar de la posibilidad de un triunfo de la oposición en Rusia o Irán, dictaduras declaradas desde hace tiempo, aunque en el caso de Venezuela hay quienes aún mantienen un hálito de esperanza. Por cierto, abrirá el calendario electoral Taiwán (14 de enero), esta sí una vibrante democracia, pero epicentro del mayor riesgo de confrontación entre China y Estados Unidos. Pekín ha emprendido una campaña intimidatoria llena de amenazas y de operaciones de desinformación en las redes sociales.

De entre todos los comicios a celebrarse este año destacan dos: los presidenciales en Estados Unidos y los parlamentarios en la Unión Europea. Trump acaricia la posibilidad de un segundo mandato porque su adversario, el cansino presidente Biden, enfrenta encuestas a la baja. Una victoria del atrabiliario expresidente sería el peor escenario posible para el equilibrio global porque amenaza con cosas como dejar a Europa sola en la defensa de Ucrania, una nueva retirada de Estados Unidos de las negociaciones sobre el cambio climático, nuevas tensiones en las relaciones con China, una escalada de proteccionismo comercial e incertidumbres en torno a la actitud de Washington en Medio Oriente. Y en política doméstica podría sobrevenir un periodo de intenso deterioro institucional y mayor polarización política. Trump incluso ha hablado de encarcelar a sus opositores y de hacer de la venganza el contenido principal de su próximo gobierno. “Prometo eliminar a los comunistas, los marxistas, los fascistas y a los valentones de la izquierda radical”, voceó en uno de sus discursos. Pavorosa es la ciega fidelidad de sus votantes, a quienes nada importan los instintos dictatoriales de su grotesco adalid. Quizá Charles Blow, del New York Times, tiene razón cuando advierte: “Estados Unidos está sediento de autoritarismo”. Salvo por una condena judicial, cada vez más improbable por el posible retraso de sus juicios, Trump tiene los números para ganar en el 2024.

Entre el 6 y 9 de junio se celebran elecciones al Parlamento Europeo. Todos los sondeos apuntan a nuevos avances de fuerzas de extrema derecha y ultranacionalistas, impulsadas sobre todo por la crisis migratoria, las cuales apuestan por recuperar competencias para los Estados-nación en detrimento de las instituciones supranacionales. El resultado de las elecciones europeas influirá en la renovación de la cúpula en varias de estas instituciones, controladas históricamente por las ideologías tradicionales (la democracia cristiana, la socialdemocracia y el liberalismo). Ello podría suponer un freno a la integración europea, el debilitamiento del apoyo a Ucrania y un viraje en los temas más cuestionados desde el extremismo conservador, como la protección del medio ambiente, la promoción de los derechos humanos y la inmigración.

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