El control de precios al gas LP, el inicio de la borrachera

La noticia en competencia económica de la semana es la directiva de la Secretaría de Energía (Sener) al organismo regulador, la Comisión Reguladora de Energía (CRE), para establecer un control de precios del gas licuado de petróleo, debido, según su Considerando, a la aumento abusivo de los precios de los combustibles por parte de las distribuidoras de gas LP y para proteger a la población contra tales excesos. Aparte de la polémica motivación, no se siguió el procedimiento establecido en la Ley para tal efecto, lo que demuestra una vez más el desprecio de la actual administración por el estado de derecho.

La Ley Federal de Competencia Económica (LFCE) establece en su artículo 9 el proceso que para la imposición de precios máximos a los bienes y servicios que sean necesarios para la economía nacional o el consumo popular, se seguirá lo siguiente:

Es responsabilidad exclusiva del Ejecutivo Federal determinar por decreto los bienes y servicios que pueden estar sujetos a precios máximos, siempre que no existan condiciones de competencia efectiva en el mercado relevante en cuestión. La Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece) determinará mediante declaración si no existen condiciones efectivas de competencia.

Con carácter general, el Ministerio de Economía, previa opinión de la Comisión, fijará los precios que correspondan a los bienes y servicios determinados de acuerdo con el párrafo anterior, con base en criterios que eviten el suministro insuficiente. En el caso de los derivados del petróleo, corresponde a la CRE.

La Profeco, bajo la coordinación de la Secretaría, será responsable de la inspección, vigilancia y sanción, respecto de los precios determinados de conformidad con este artículo, de acuerdo con lo dispuesto en la Ley Federal de Protección al Consumidor.

Está claro que la Sener no estaba sujeta a tales regulaciones. AMLO sostiene que, ante la ley y la justicia, da preferencia a la justicia. Lo que hay que enseñarle es que el título atributivo de la justicia (el suyo de dar a cada uno lo que le corresponde) está determinado por la ley, natural o positiva, por lo que no existe tal antinomia. El reiterado desprecio de López Obrador por el Estado de derecho, si bien nos ha dado más trabajo a los abogados, lo acerca más a un déspota que a un gobernante.

Además, los controles de precios deben establecerse de manera muy excepcional. La regulación debe hacerse mediante mecanismos de mercado, no por decreto. El riesgo de fijar precios máximos es que se pueda promover la economía informal (mercado negro) o que haya desabastecimiento (como ha sucedido en el caso de los medicamentos y ya lo estamos empezando a ver como algo normal en nuestra economía, que no tiene nada. normal).

El mejor repartidor de precios es el mercado; Esto no es perfecto, ya que hay situaciones en las que un competidor tiene poder de dominio, por lo que puede fijar precios sin perder clientes. En estos casos, y solo en estos casos, cuando la autoridad de competencia haya determinado que estamos ante tal situación, la SE puede fijar precios. Es más fácil bajar los precios con base en decretos, que hacerlo usando los mecanismos de precios y el mercado. Pero el hecho de que sea más fácil no significa que sea óptimo.

Ya tenemos experiencias de intentos de control de la inflación a partir de acuerdos entre sectores productivos, y esto solo se logró a la mitad. El gran problema, además, es que, como dice Jonathan Heath, vicegobernador del Banco de México, los controles de precios son como el alcohol: comienza con una bebida y puede terminar con una borrachera, como sucedió en México en la década del siglo XX. setenta y ochenta.

La directiva de la Sener no es una buena noticia. Muestra una vez más el desprecio de López Obrador por el orden jurídico; tiene como objetivo resolver un problema con la decisión más fácil, no la correcta, e inicia lo que puede ser para la segunda parte del sexenio, una ola de decretos de control de precios que nos hacen olvidar que estamos en una economía de mercado. Ojalá estemos equivocados; de lo contrario, dé la bienvenida a otro sexenio perdido.

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